System Messages

Por primera vez reportando desde zona roja.

Confieso que aún me resulta inquietante cruzar la línea roja. Allí se saltan todas las alarmas. Siento un corrientazo que me recorre la espalda y mi corazón bombea con prisa.

Entonces mis pasos ya no se sienten tan seguros y el cerebro pone cuidado al enviar el estímulo para ejecutarlos. Todo pasa en apenas cuestiones de segundos y vuelvo a sentir el mismo  temor del primer día, de que una vez dentro no podré salir.

De pronto me falta el aire. Pestañeo, me espabilo. Al traspasar la puerta la escalera se presenta como una barrera difícil en el trayecto. Acelero el paso.

Dentro los sueños ajenos se toman el respiro que no me permito sin nasobuco  e inician el proceso de creación periodística.

Comienzo a buscar en cada rostro una señal de alivio a la desesperación y precisamente la encuentro en esa pequeña niña de ojos café a quien ahora le pone el termómetro una doctora. Una sensación de culpabilidad me invade y preferiría ser yo a quien ponen con sumo cuidado una inyección.

Una vez dentro continúo aletargada y sigo escuchando en mi cabeza la voz del otro lado del teléfono que pide repetidas veces que me cuide. Mis manos sudan, lo siento por sobre los guantes de látex. Continúa siendo tan complicado como el primer día soportar el calor bajo la sobrebata.

El lapicero hace unos garabatos de primaria que apenas se entienden. Logro vencer y lo aprieto con fuerza para que, sobre el papel, esta vez escriba.

Adentro pone uno valor a poder regresar todos los días a casa y ratifica la necesidad de llevar el nasobuco como pegado con cola loca al rostro. Del otro lado de esa línea roja muchos se juegan la vida para salvar a otros que nunca antes habían visto.

Se comprende entonces la grandeza del personal de salud y te palpita pegarle un abrazo al médico que se perdió el nacimiento de su propia hija por estar allí dándole guerra a un virus sin cara. O a esa doctora granmense que dejó a sus pequeños con sus padres para echarle una mano a Matanzas y te cuenta con lágrimas en los ojos que sueña con el día en que a la provincia regrese el sosiego.

En mi cabeza se multiplican los abrazos. Uno especial se llevaría ese joven que voluntariamente trabaja como mensajero. Entonces ya no pienso tanto en el miedo y sí en las ganas de contarle al mundo la grandeza de los que salvan.

Fuente: TV Yumurí

Periodista: Liannys Díaz Fundora

Fecha: 2 agosto, 2021

Sección: El Rincón de Lola

 

Palabras clave: Covid-19, Zona Roja, Matanzas

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